viernes, 10 de julio de 2015

Locuras personales- tercer capítulo: ¡Me he operado!

Esto no es en realidad una locura personal, más bien es una anécdota de lo que me ha pasado hoy. Tenía desde navidad un bulto enorme de grasa en el ojo izquierdo, por la zona interna del párpado exterior. No me dolía. A veces molestaba un poco y picaba, pero quise extraerlo más bien por estética, ya que un ojo hinchado como si te hubieran dado un puñetazo no es lo que se dice bello.

Había ido al médico de cabecera cuando no tenía muy claro lo que era y me había recitado una pomada que picaba más que el chile y no hacía realmente ningún efecto. Irónicamente, meses antes la farmacéutica me había aconsejado la misma pomada, pero yo no recordaba el nombre, por lo que no sabía que estaba perdiendo el tiempo.

Más tarde volví al ambulatorio y me dijeron que fuera al hospital porque se trataba de un quiste incrustado y se necesitaban otros materiales para extraerlo. Fui hará dos meses, suponiendo que me lo quitarían, pero no. Me habían engañado completamente. Lo único que hicieron fue analizarme el ojo y llegar a la misma conclusión que la médico de cabecera: es un quiste incrustado.
Me parece recordar que escribí una reseña indignándome sobre el asunto.

A continuación me hicieron volver para comprobar por tercera vez lo que era y decidir si se podía operar o no. Efectivamente, como me dijeron la primera  vez, era un quiste y se operaba fácilmente.

Hoy, bendito día, me he dirigido al hospital en ayunas y me he operado. La cosa aconteció de la siguiente manera:
Llegué y al poco rato me llamaron.Me acompañaron a una habitación y me ordenaron colocarme una especie de calcetines hechos con plástico y un gorro. También me pusieron una bata de la que no entiendo exactamente su función, ya que no tenía cierre y era bastante corta. Lo único que tapaba era media espalda. 
Acto seguido me condujeron a una sala de espera junto a una señora que no cesaba de lamentarse, consiguiendo que mis nervios fueran en aumento. Por suerte para mí, la tortura duró poco, puesto que la mujer no tardó en entrar a quirófano. 

Pensé que yo entraría a continuación de ella unos cinco minutos más tarde, no 20. La mujer que me acompañó me explicó que estaban teniendo un problema, y bueno, fue muy amable conmigo. Desde aquí te agradezco tu amabilidad, sin ti no sé si hubiera salido viva de aquel lugar.

Después de que me pusiera una gotitas anestésicas y un poco de pomada, me hizo pasar. Pude ver un montón de cachivaches a mi alrededor, pero no les presté demasiada atención, ya que no quería desmayarme del susto.
´Me acosté en una camilla y me conectaron cables y demás. Todo estaba saliendo bien, aunque me tensó mucho oír el ritmo de mi propio corazón a través de la máquina.De repente, vi que agarraban una aguja. "Genial"-pensé. No soporto las agujas. Para mí fue lo peor de toda la operación, comparado con eso,que me anduvieran metiendo unas pinzas en el ojo no fue nada. 
Debo admitir que me esperaba algo menos... doloroso. De vez en cuando pude sentir pinchazos en el ojo y veía el mundo completamente blanco. Pensé en algún que otro momento que me quedaría ciega o algo. Afortunadamente, la música que sonaba en la radio me ayudó a aferrarme a la vida y no pasó nada. Todas las cirujanas y enfermeras fueron muy amables, no tengo mucha experiencia con esos médicos ( los amables). Cuando acabaron, me llevaron a una salita a desayunar y me prepararon un colacao con galletas. Fue el desayuno que más agradecí en mi vida. 
Cuando bajé de la camilla me tuvieron que sentar en una silla de ruedas porque me estaba mareando un montón. Estaba súper pálida y temblaba. No soy muy buena paciente... Y todo por culpa de las agujas.
Finalmente el azúcar me reanimó y me levanté con nuevas energías. 
Espero no volver al quirófano por tercera vez...

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