jueves, 8 de octubre de 2015

El punto rojo

Me hallaba en una sala de tamaño pequeño, en cuyo interior solo había una silla blanca, seguramente del Ikea, en la que no sé por qué me había sentado. No era cosnciente de haber ido a aquel lugar, por lo que solo pude encontrar una explicación: me habían traído. Pero... ¿Quién? ¿Por qué? 
Lo primero que hice fue echar una ojeada al cuarto. Pude apreciar que estaba encima del único objeto que  decoraba aquel lugar, pues las negras paredes estaban vacías. Ni siquiera habían ventanas por las que escaparse, solo una puerta decoraba el fondo de la habitación. 
De repente,esta se abrió  dejando paso a unos mellizos morenos de piel blanca que me pusieron los pelos de punta. 
La niña se deslizó a mi izquierda mientras el chico hacía lo mismo a mi derecha. A continuación, se inclinaron hacia mí y me susurraron al oído: ¡No mires el punto!¡No toques el punto!
-¿De qué punto estáis hablando?- pregunté incrédula, pues no veía ningún maldito punto en toda la estancia.
 Dicho esto los chicos se separaron de mí y se marcharon, dejando paso a otros que a mi parecer eran idénticos. O me estaban gastando una broma o se trataba de hermanos cuatrillizos.
Los niños se acercaron a mí, advirtiéndome de lo mismo, utilizando el mismo tono de voz serio a la par de preocupado. 
Cuando creí que el juego había terminado, otro grupo de chicos y chicas idénticos  se amontonaron a mi alrededor susurrando a la vez: ¡No mires el punto!¡No toques el punto! 
Nerviosa, levanté la vista del suelo y la posé en la pared de en frente, suplicando en voz baja que me dejaran sola. De pronto, pude apreciar como un círculo de color rojo aparecían en medio de la pared negra. 
-¡No!- susurraron todos a la vez. Su voz había dejado de sonar humana, detalle que me costó apreciar, pues el círculo al que se suponía que debía ignorar me estaba consumiendo lentamente con solo mirarlo. 
Al cabo de unos segundos, me levanté sin yo quererlo, pues no parecía ser dueña de mi cuerpo. Noté como los chicos que estaban más cerca me agarraban de los hombros para intentar volver a sentarme, pero era inútil, pues lo siguiente que hice fue caminar hacia el círculo. Entonces, alargué la mano y lo toqué.
Lo siguiente que recuerdo es haber visto como cada niño o elemento que formaba el cuarto se disolvía como si fuera una pieza de un puzzle. A continuación solo pude ver la nada. Una inmensa nada que recorría toda mi visión. Era tan hermosa... Fue la última nada que percibí.

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